Debe ser agotador ser tan traidor: Por Sonia Villa Benavente

Debe ser agotador ser tan guapo

Sonia Villa Benavente
Opinión
jueves, 19 de junio de 2025

Agotador ver cómo día a día, como si fuera una larga telenovela, el partido que presides, con más o menos legitimidad, se deshace un poco más cada vez que se nombra a alguno de tus políticos en un artículo de prensa o en un informe de la UCO.

Cómo poco a poco se va sabiendo que hay irregularidades en cada estamento, en cada gobierno autonómico, en los ministerios.

Tiene que ser muy cansado repasar mentalmente cada conversación, cada palabra dicha durante años, no vaya a ser que mañana o pasado salga a la luz alguna de ellas en la que se te implique.

Muy extenuante intentar mantener el control interno del partido, a base de encuestas electorales manipuladas a favor – si fueran ciertas se convocarían elecciones sin dudar – o estrujarte el cerebro para escribir cartas lacrimógenas llenas de demagogia a la militancia, a ver si suena la flauta y los groupies más acérrimos siguen en el mundo de fantasía que les quieres mostrar.

Tiene que terminar molido, el presidente, de tanto pensar qué más darle a los socios para tenerlos contentos, para que sigan apoyando y siendo cómplices de tanto escándalo, cuando ya casi les ha dado todo.

Cuánto de difícil debe ser intentar preparar consultas y reuniones, cuando esos socios están sopesando si conseguir ese poco más no es un arma de doble filo, que acabe perjudicándoles frente a próximas citas electorales.

Mucha fatiga debe dar intentar arrojar las culpas al de enfrente, usar la estéril estrategia del “y tú más”, mientras las causas, los escándalos y las notas de prensa sobre tu organización se multiplican cada día sin remedio.

Debe dar miedo que algún día la mayoría social que dice tener en el parlamento, reflejo de la anterior al escándalo, se actualice cual programa obsoleto, y sea por contra reflejo de la actual. Cuatro votos...

Debe terminar exhausto de rumiar la manera de gestionar las causas contra familiares y allegados, de atacar a jueces, a investigadores, de maniobrar internamente para aforar a implicados, de poner a los voceros a malmeter contra la justicia.

De mantener a toda costa a un fiscal general cuyo único mérito es el de estar investigado por utilizar a un tercero, a un ciudadano cualquiera, para atacar a una contrincante política.

Terminará rendido de leer la prensa internacional, toda ella reflejando la inadmisible situación de este Gobierno, poniéndole motes y señalando sus vergüenzas, sin posibilidad de usar propaganda institucional ni subvención que pueda detenerla o llegar a ella para influenciarla a su favor.

Mientras tanto, sus medios nacionales afines, en aras de parecer mínimamente imparciales, comienzan a dejar de estar alineados de forma incondicional.

Y mientras todo esto – y mucho más – ocurre, tiene que gobernar.

O hacer como que gobierna.

Y vender la moto económica con estadísticas imposibles y manipuladas, sin oír la voz de la calle que cada vez paga más impuestos, cada vez tiene menor poder adquisitivo, y que contempla impávida el nivel de vida que se han pegado los secretarios de organización con su dinero, mientras ellos hacen malabares para llegar a fin de mes.

Vender la moto de la Sanidad y la Educación, mientras en tu ministerio de Hacienda alguien negocia para sustraer del erario público grandes cantidades de impuestos a los “ricos” a cambio de mordidas.

De justificar cómo deja a la ciudadanía desamparada ante experimentos energéticos ideológicos o ante la desintegración de un sistema ferroviario que antes funcionaba como un reloj.

Muy agotador.

Piensen en la razón de que soporte tanta carga.

Cuál sería la alternativa si renunciara y dejara de estar bajo el amparo de un Gobierno ya agotado y de las instituciones que operan a su favor.

¿Qué sería del presidente?

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