ESPAÑA ES UN MANICOMIO ABIERTO
Todos los locos salieron por la puerta del mismo

Bienvenidos a España, el país donde la frontera entre lo real y lo grotesco ha sido dinamitada por la demencia institucional. Aquí, los psiquiátricos ya no tienen muros...
España ya no es un Estado de Derecho. Es un manicomio abierto donde los locos mandan, una parte del país obedece, y la otra, sobrevive como puede en un delirio permanente.
Nuestros políticos no sólo han perdido el norte, también han perdido la vergüenza, el decoro y el más elemental sentido de la realidad y afección por el ciudadano.
Lo único que mantienen intacto es la obsesión maníaca por el poder, aunque para conseguirlo tengan que vender su país o incluso reescribir la historia.
Confunden liderazgo con permanencia, y gobernar con manipular.
La locura y obsesión por el poder… sin receta.
El paciente cero de esta epidemia, un hombre que hace de la necesidad, virtud, si eso le garantiza media tarde más en La Moncloa.
Así pues, lo que antes era delito ahora es reconciliación. Lo que antes era traición ahora es diálogo. Y lo que antes era justicia ahora es un estorbo que se “negocia”.
¿Casualidad o complicidad? En este manicomio institucional, la duda es la única certeza.
La solidaridad es un negocio, y la ideología, una tapadera perfecta para robar sin que nadie pregunte.
Todo ello financiado con el dinero del contribuyente, que sí trabaja, y que cada vez entiende menos para qué hace malabares para pagar impuestos que no revierten, ni en ellos, ni en nadie que no forme parte de la maquinaria clientelar.
Todo huele a podrido, por más perfume institucional que le echen.
Mientras los políticos se reparten los sillones como si fueran pastillas de colores, en las calles, la inseguridad no se esconde, se normaliza.
La inmigración ilegal se ha convertido en un fenómeno desbordado, mal gestionado y peor explicado.
Pero señalarlo es políticamente incorrecto.
Quien da la voz de alarma es perseguido, censurado y cancelado.
La seguridad pública, es el paciente terminal.
Nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad, nuestra seguridad privada (vigilantes, escoltas...) lejos de ser protegidos, son ignorados, desmotivados o directamente estigmatizados.
Cumplir con el deber parece molestar más que regular.
"La seguridad en España es como un paciente en la UCI al que se le niega el respirador".
La prensa, los medios, con honrosas excepciones, se han acostumbrado a vivir bajo la sombra de esa corte de tertulianos subvencionados, que más que informar, acompañan y más que preguntar, decoran.
El escándalo de ayer es la cortina de humo del de hoy.
La pluralidad ha sido sustituida por la obediencia, y el pensamiento crítico, por el aplauso programado.
Y quien piense lo contrario es “facha”, “negacionista” o “ultraderechista”.
Lo más preocupante no es ya lo que se dice en España, sino lo que ya no se puede decir sin consecuencias.
La libertad de expresión existe... siempre que no contradiga la narrativa oficial.
Nuestra mayor tragedia no es solo el mal gobierno, sino una de sus consecuencias:
El vacío que deja el éxodo de los más capacitados.
Los jóvenes talentosos, los profesionales íntegros, los críticos con el sistema, deciden abandonar un país que ya no les ofrece libertad, seguridad ni futuro.
La falta de oportunidades, sumada a la presión de un régimen político que castiga la disidencia, empuja a quienes podrían transformar España a marcharse hacia otros horizontes más libres y menos asfixiantes.
El país de Cervantes, de la Transición, del esfuerzo colectivo y el talento brillante, hoy parece resignado a ser dirigido por aquellos que ni conocen la historia ni respetan la inteligencia de sus ciudadanos.
La fuga de cerebros y voces disidentes es el reflejo más doloroso de una nación que se ve incapaz de ofrecer un lugar para la excelencia.
Hace tiempo que la política dejó de ser un servicio público para convertirse en un ejercicio de supervivencia narcisista.
Aquí, el poder no se ejerce, se ansía, se pacta, se retuerce.
La justicia ya no se aplica, se negocia.
Y la libertad ya no se protege, se regula.
Y si para mantenerse hay que reescribir la historia o redefinir lo que es delito, se hace sin el menor sonrojo.
Y todo, por supuesto, en nombre del progreso, la tolerancia y el futuro.
No hay terapia posible para este país mientras sigamos negando el diagnóstico.
España no está gobernada, está secuestrada por una clase política incapaz de gestionar ni un semáforo.
Y lo más grave, lo hacen con una sonrisa, convencidos de que son salvadores cuando en realidad son pirómanos vestidos de bombero.
España, el manicomio sin psiquiatras, donde la locura ya no es una excepción.
"Es el sistema".
Y mientras no despertemos de esta pesadilla seguiremos siendo rehenes en este manicomio sin rejas que aún llamamos democracia.
Si esto es una democracia, necesita urgente revisión.
Y si aún hay cuerdos en este manicomio y deciden quedarse, que hablen, o que nos guíen a la salida.
Y si se marchan, que cuenten lo que vieron.
Porque la verdadera locura no es vivir en un manicomio… sino acostumbrarse a él.
Pilaru Ramos
Comunicadora y divulgadora de Seguridad y Defensa