Francia es un laboratorio, la estrategia de invasión islamista que debería alarmar a toda Europa
Francia es un laboratorio de sumisión europea

Francia se ha convertido en el epicentro europeo de una transformación sociocultural que muchos ya califican como una estrategia de invasión silenciosa.
Lo que comenzó como un proceso de acogida e integración, hoy muestra signos preocupantes de radicalización, guetización y pérdida del control institucional sobre ciertos territorios.
En barrios enteros de ciudades como Marsella, Lyon o París, la autoridad del Estado se diluye frente a normas paralelas impuestas por minorías islamistas.
La policía evita entrar en determinadas zonas, los símbolos de la República son rechazados, y se impone una ley no escrita regida por la sharía.
"Aquí ya no mandan los franceses. Mandan los imanes", declaró recientemente un funcionario municipal bajo anonimato.
Escuelas con contenidos segregadores, mezquitas financiadas desde el extranjero, jóvenes nacidos en suelo francés que glorifican a los yihadistas en redes sociales: el fenómeno va mucho más allá de la inmigración.
Se trata de una colonización ideológica y cultural impulsada por sectores del islam político que no buscan convivir, sino someter.
Mientras tanto, las autoridades francesas enfrentan el dilema entre la corrección política y la realidad de una sociedad fracturada.
Las políticas de integración han fracasado estrepitosamente, y el multiculturalismo ha derivado en segregación, violencia y pérdida de identidad nacional.
Charlie Hebdo, el Bataclan, Samuel Paty… los atentados ya no son advertencias: son consecuencias.
Y sin embargo, sigue el silencio institucional, el miedo a señalar el problema por su nombre: una islamización progresiva de zonas enteras del país.
La periodista francesa Éric Zemmour y otros intelectuales alertan desde hace años sobre esta deriva.
"No se trata de religión, sino de civilización. Y estamos cediendo sin luchar", advierte en sus discursos.
Lo que ocurre en Francia no es un fenómeno aislado.
Es el anticipo de lo que puede suceder en toda Europa si no se actúa con firmeza, claridad y valentía.
Francia no es el problema. Es el laboratorio. Y el experimento ya está fuera de control.
Europa debe despertar antes de que la sumisión se vuelva irreversible.
No se trata de rechazar culturas, sino de defender los valores, la libertad y el modelo democrático occidental que hoy están siendo infiltrados, desafiados y lentamente suplantados.