Israel pide prisión preventiva para Reyes Rigo, acusada de morder a una funcionaria

Reyes Rigo: de “activista por la paz” a agresora deportada de Israel

Redacción
Política
viernes, 10 de octubre de 2025

La historia de Reyes Rigo, la única española que permanecía retenida en Israel tras participar en la llamada Flotilla de la Libertad, ha terminado como muchos intuían: con un acuerdo judicial para ser deportada, después de admitir haber agredido a una guardia israelí.
Según la Fiscalía, Rigo mordió la mano de una agente, causándole lesiones graves, y aunque lo intentó justificar como “defensa propia”, los hechos son claros.

La supuesta “pacifista” ha terminado reconociendo una agresión física. Una paradoja que retrata el verdadero rostro del activismo radical que se disfraza de solidaridad, pero que en realidad se mueve entre la provocación, el odio y el victimismo.


De la “flotilla humanitaria” a la provocación política

La llamada Flotilla de la Libertad fue presentada como una misión humanitaria destinada a “llevar ayuda” a Gaza.
Pero lo que no se dijo tan alto es que entrar en aguas controladas por Israel sin autorización es un acto que viola la ley internacional y las normas de seguridad marítima.

Israel había advertido a los tripulantes de que no permitiría la entrada a su territorio por motivos de seguridad.
Aun así, los activistas —entre ellos Reyes Rigo— decidieron forzar la situación, sabiendo perfectamente las consecuencias.

Después, cuando fueron detenidos, se hicieron pasar por víctimas.
El guion de siempre: provocar, desafiar la autoridad, y luego posar como mártires ante los medios.


Lisboa lo deja claro: “fue bajo su responsabilidad”

Mientras tanto, el Gobierno portugués —que también tuvo varios ciudadanos implicados— ha decidido cobrar a sus deportados el coste de los vuelos de regreso.
El mensaje es simple y directo: “Fueron bajo su responsabilidad”.

No hubo persecución ni censura, solo consecuencias.
Lisboa entiende que quien decide meterse en un conflicto internacional por iniciativa propia, debe asumir los costes de sus actos.
Una lección de responsabilidad política y diplomática que contrasta con la tibieza que se suele ver en España cuando se trata de justificar a los “activistas de izquierda”.


El doble rasero del progresismo

Resulta curioso —por no decir hipócrita— cómo la izquierda mediática que clama contra la violencia policial, defiende ahora a una mujer que mordió a una guardia.
La agresión es agresión, sea quien sea la víctima o el agresor.
Pero en este caso, parece que morder a una agente de seguridad israelí “no cuenta”, porque el relato victimista pesa más que los hechos.

Este doble rasero moral es el pan de cada día del progresismo europeo:

  • Si la violencia la ejerce un antisistema, se llama “resistencia”.
  • Si la ley la aplica una autoridad legítima, se llama “represión”.

Una incoherencia tan cínica como peligrosa.


La falsa bandera del pacifismo radical

Rigo y sus compañeros de flotilla han tratado de justificar su acción como un acto de “conciencia”, de “solidaridad con Gaza”.
Pero detrás del discurso humanitario, se esconde una agenda política que busca deslegitimar al Estado de Israel y alimentar el relato antioccidental que tanto gusta a ciertos movimientos de ultraizquierda.

Los verdaderos humanitarios ayudan donde pueden sin saltarse las leyes, sin provocar y sin morder a nadie.
Los que cruzan fronteras por ideología, sabiendo que generan un conflicto diplomático, no son héroes: son irresponsables.


España y el síndrome del buenismo

Mientras Portugal deja claro que cada uno paga por sus decisiones, en España se sigue glorificando a los “valientes” que desafían las leyes de otros países.
Aquí, se les recibe con aplausos y entrevistas, como si fueran libertadores.
Y lo peor: se les protege con dinero público y cobertura mediática.

El caso de Reyes Rigo debería abrir un debate serio sobre los límites del activismo político y la responsabilidad individual.
Porque al final, cada gesto irresponsable —por muy envuelto en banderas de paz que venga— tiene consecuencias reales: diplomáticas, legales y morales.


Conclusión: cuando el pacifismo se convierte en violencia

Reyes Rigo no es una víctima.
Es una ciudadana que decidió violar las leyes de un Estado soberano, resistirse a la autoridad y agredir físicamente a una agente.
Y ahora, tras admitirlo, será deportada.

Su caso es un espejo incómodo para cierta izquierda que prefiere los titulares de “represión” a las verdades judiciales.
La realidad es que el pacifismo sin ley no es pacifismo: es militancia disfrazada, irresponsabilidad política y violencia encubierta.


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