La banda del Peugeot en descomposición: de la mano de Sonia Villa Benavente

Negar la mayor de todas

Sonia Villa Benavente
Opinión
jueves, 12 de junio de 2025

Es la estrategia de cualquier delincuente cuando lo pillan. Por más pruebas que haya en su contra, muy pocos culpables se confiesan como tal. Y los políticos no son una excepción.

El cierre de filas con Santos Cerdán de su entorno no es una externalización del compañerismo, de la unión ante la supuesta injusticia ni de la convicción de su inocencia. Todos saben que es inminente que entre a formar parte del grupo de investigados.

Oigan, no funciona así. En política, cuando un cargo tiene un escándalo, un desliz o cae en desgracia, con la velocidad de un Ferrari, los compañeros que antes colegueaban con él lo condenan rápidamente al ostracismo.

A veces ni siquiera importa que la situación esté esclarecida o no. Nadie quiere que lo vean con el denostado, que lo relacionen, que su cercanía pueda perjudicar su puesto o sus intereses.

Es una maniobra rápida, cáustica y desprovista de toda piedad.

Cuando un grupo político cierra filas ante figuras cuestionadas como Santos Cerdán o García Ortiz, es porque si uno de ellos cae, caen todos con él. En dominó.

En el caso de García Ortiz, según mi opinión, no hay mayor prueba de que se cuecen cosas, que el borrado de datos de su móvil.

Qué no habría en ellos, que prefirió borrarlos y dar a entender que necesitaba destruirlos antes de que salieran a la luz. La supuesta destrucción de pruebas era el mal menor.

De hecho, lo de García Ortiz, y su permanencia en el cargo, nos tiene en la novedosa situación de que los subordinados tengan que fiscalizar a un superior que podría tener el poder para tomar represalias si quisiera.

Es por eso que urge su dimisión, si es que revolcar la institución de la fiscalía por el fango ya no es suficiente motivo.

Pero el gobierno no puede soltar a García Ortiz.

La estrategia pasa por aprobar a toda prisa la ley Bolaños para quitar a los jueces del medio de las instrucciones, y seguir controlando la fiscalía para mangonear esas instrucciones cuando estén bajo su responsabilidad.

La clave para la supervivencia de este errático Gobierno es tanto sacar adelante dicha ley, como la permanencia de un fiscal general servil que haga lo que se le diga.

Y no lo sustituyen simplemente por marketing, por la necesidad de sostener la mentira de la independencia y la pulcritud de la Fiscalía General.

Hay muchos países en los que la figura del juez instructor no existe, y los que instruyen las causas son los fiscales junto con la policía.

Suele ser un modo eficaz de funcionar, porque ningún fiscal se juega una instrucción débil para luego hacer el ridículo ante un juez que se la eche abajo.

Pero claro, en esos países el fiscal general no depende del Estado, lo cual asegura la independencia.

Porque la fiscalía en España, ¿de quién depende la fiscalía?

No nos podemos permitir el lujo de que esto ocurra.

Hoy los palmeros de este extraño PSOE están felices con cualquier cosa que haga, pero una vez hecho, podría venir otro de una cuerda distinta, y verse sufriendo las consecuencias desde el otro lado.

Ningún ciudadano decente puede permitir eso.

Las instituciones son de todos y para todos, no del que esté o venga después.

Tenemos tres ruedas pinchadas del famoso Peugeot.

¿Aguantará el pobre vehículo hasta el final con una sola?

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