Patxi López se pregunta el porqué la gente les odia: Por Sonia Villa

El odio popular al PSOE es algo ya habitual cómo el comer

Sonia Villa Benavente
Opinión
jueves, 22 de mayo de 2025

Se preguntaba Patxi López el otro día, en un discurso casi lacrimógeno, por qué la gente les odia. La cúpula del PSOE, esos seres de luz perfectos e inmaculados, injustamente tratados y criticados...

Para empezar, la crítica, la exigencia de que rindan cuentas o explicaciones, y el señalamiento de sus desmanes no es odio. Es lo normal en una democracia. Pero claro, cree el ladrón que son todos de su condición, por eso lo confunde con odio, que es lo que en realidad debe sentir usted.

Pero en caso de que fuera cierto, en caso de que exigir explicaciones y responsabilidades fuera odio, han dado ustedes motivos más que suficientes para ganarse tal cosa. Afirmar lo contrario es similar a acusar a la pareja de imaginar cosas o de haber perdido el juicio, cuando esta descubre una infidelidad.

Razones para el descontento, que no odio, sobran.

Empezando por sus promesas electorales: de no pactar con ciertos partidos, de no conceder indultos, de su plan de regeneración democrática para luchar contra la corrupción, de suprimir aforamientos...

Las dos últimas son de traca. De juicios por corrupción están hasta las cejas, y lo que queda por salir. En cuanto a los aforamientos... Que dimitan o se aparten cuatro personas para aforar al investigado por el juicio del hermanísimo, nos da la idea de lo mucho que quieren eliminarlos.

Por incumplir ciertas cosas, incluso dentro de su propia organización, se han echado encima a ciertos “hipócritas”, “petardos” y “tocacojones”, a los que han intentado suprimirles el democrático derecho a expresar su malestar por confiar en esas promesas de las que se olvidaron en cuanto tocaron un sillón. Por no hablar de que nombraron a un vicepresidente a quien su líder consideraba un maltratador y un cuñado.

Los ciudadanos, esa masa a la que pretenden adoctrinar y aborregar con toda la publicidad institucional e ideológica, pagada con impuestos con los que subvencionan a medios, han llegado a la conclusión de que a ustedes les importan un pimiento.

Mientras pagan y pagan cada día más impuestos y luchan por mantener su vapuleado poder adquisitivo y sus negocios en pie, ustedes pretenden que les paguemos la fiesta. La suya, la de sus esposas, de sus hermanos, la de sus amantes... Qué malos son, oiga, que le piden las pertinentes explicaciones. Cuánto odio gratuito.

Muchos de esos millones han ido a parar a empresas estratégicas como Telefónica, donde gastaron todo lo que quisieron para que el Estado tomara el control y pudieran colocar a su presidente a discreción. Todo lo que tocan lo destruyen.

Mientras los valencianos se ahogaban, literalmente, ustedes estaban, o de viaje, o estudiando para aspirar a un cargo mejor o votando en el Congreso una ley para apoderarse del consejo de administración de la televisión nacional. Han quitado un cartel que les criticaba en doce horas, pero la ayuda para Valencia tardó tres días.

Han colocado monigotes al frente de infraestructuras críticas, que al no tener ni idea de lo que tratan, y regados con miles de euros de sueldo, seguirán su criterio meramente ideológico a la hora de gestionar cosas técnicas y muy serias.

Véase el apagón, la compra de trenes que no caben por los túneles, o el robo de cables al que llaman, con toda desvergüenza, “sabotaje”.

Han comerciado con la salud y el bienestar de los españoles en el momento más grave que se ha conocido. No había comité de expertos, y en España iban a haber, a lo sumo, uno o dos casos de COVID.

Cuando la cosa se fue de madre, se dedicaron a hacer negocios con las mascarillas y a intentar responsabilizar a otros de la gestión de una emergencia nacional de la que se arrogaron el “mando único”.

Culpan a los demás de sus faltas. Constantemente. ¿Qué culpa tendrán la UCO o los jueces de destapar sus corruptelas? Tienen el derecho, el deber y la obligación de investigarlas, esclarecerlas y castigarlas.

Tienen representantes políticos y aliados que hablan como si estuvieran todavía en el jardín de infancia. Eso cuando se les entiende, porque ni ellos mismos se creen las mentiras que dicen.

Se permiten señalar y vetar a periodistas porque les hacen preguntas incómodas, que en cualquier democracia sensata serían obligadas y pertinentes. El cuarto poder, Sr. López, ese también acaban de destruirlo.

La seguridad ciudadana es un poema. Cada vez más manga ancha para la delincuencia, a la par que más estrechez para quienes tienen que velar por esa seguridad.

Ustedes legislan para mandar delincuentes sexuales a la calle y para dejar desprotegidos a los pobres ahorradores a quienes se les ocurre comprar una segunda vivienda con mucho esfuerzo.

No dan tregua, Sr. López. Cada día un escándalo, una imputación, un fallo tercermundista de los servicios que pagamos a precio de oro por culpa de sus impuestos a los “ricos”...

Mire usted, Sr. López, eso del victimismo como técnica de manipulación emocional ya provoca hastío. La pantalla del falso victimismo creo que nos la hemos pasado la mayoría de españoles hace tiempo.

Pregúntense qué es lo que han hecho para que se les pidan explicaciones, que motivos hay pero a espuertas.

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