¡Si lo que tienes que decir no es más bonito que el silencio, cállate!.«Sonia Villa casi está traumatizada con Óscar Puente»
Monólogos de un traumatizado dirigiendo Adif

Si estás delante del ordenador, tecleando tuits que pretenden ser graciosos, la metedura de pata como excusa no sirve, porque siempre estás a tiempo de pensar varias veces antes de pulsar la tecla de envío.
Si, ante una desgracia natural, como es un incendio forestal, no eres siquiera capaz de reflexionar sobre lo importante — la pérdida de vegetación, de hogares y de vidas —, eres una bandera roja con piernas.
Si, con tiempo para valorar antes de lanzarte al comentario en redes sociales, lo que te puede es intentar hacer sangre del adversario político a costa de todo lo anterior, tus actos denotan una falta de empatía o, cuando menos, de elegancia muy preocupantes. Demuestras que la prioridad es la política y no las personas.
Si tienes los redaños de criticar a otro político, cuando has tenido, día sí y día también, a miles de personas abandonadas en trenes parados, lo que das a entender es que intentas disfrazar tu mediocridad desviando el punto de mira a otra parte.
Si hasta tú, que te crees mucho más gracioso e inteligente de lo que realmente eres, finalmente decides que te has excedido y te toca borrar lo dicho, es que, o quieres conservar lo poco que queda de tu imagen o alguien un poco más inteligente que tú te ha aconsejado que no vas por buen camino.
Todo esto es lo que le pasa al ministro Puente. Ante una desgracia, él no siente lo que cualquier servidor público normal sentiría —la obligación de ayudar o apoyar a quienes la sufren si no le es posible actuar—. Lo que ve el ministro, es una oportunidad de rascar algún voto del adversario.
La tentación de quedarse mirando o mofarse, intentando aprovechar cualquier excusa para aumentar una intención de voto en caída libre, provoca una sensación de inseguridad inmensa en los ciudadanos, que vemos con estupefacción que son capaces de reírse de nuestra desgracia sin que se les mueva ni un pelo. Todo por el sillón. La catadura moral es manifiesta.
Una inseguridad que nos lleva a preguntarnos qué pasaría si nos ocurriera a nosotros. Los incendios, como todos los desastres naturales, no distinguen partidos ni colores de comunidades autónomas. Si hubiéramos perdido nuestro monte, nuestras posesiones o incluso nuestra vida, ¿hay al otro lado un equipo de personas intentando ayudarnos, o hay una banda de oportunistas metiendo el hocico en el barro a ver qué ventaja encuentran de la desgracia?
Me temo que en este caso, la reacción de Puente nos da a entender que estamos en el segundo escenario.
Estamos solos. Estamos en la sorpresa constante, en la desconfianza de que nos puedan dejar arder si les conviene. En la guerra política antes que en las causas o la prevención. En la polarización social antes que en la solución y la respuesta. Es más sencillo, intelectualmente hablando, lanzarse a la broma fácil que enfrentar el problema.
Que el señor Puente no agrade, no es ni siquiera cuestión de opinión. Debería ser cuestión de supervivencia. La rentabilidad política le puede, y lo ha demostrado estos días. Nos ha hecho sospechar que él sería de los que nos dejaría tirados.
Que nos lo digan a los valencianos…