Títulos del Salvame Deluxe por Sonia Villa
España tiene complejo de títulos pasados por la tómbola

Nos gobiernan… ¿los mejores? Pues no. Parece ser que nos tenemos que conformar con lo menos malo.
Observamos estupefactos las declaraciones de Yoli, bajada de su unicornio en el que vuela entre arcoiris, para decir que cualquier persona puede ser político…
Oiga. No.
Se supone que dejamos decisiones que nos afectan muy directamente en nuestra vida diaria a personas competenetes y eficientes, que deberían alcanzar unos mínimos de formación. No se pueden dejar estas cuestiones al primero que caiga en gracia o esté dispuesto a ser un minion a las órdenes de algún amado líder.
Tenemos, en concreto, a un flamante político del PSPV, enviado por el Gobierno para actuar en los estragos de la DANA, y que resulta estar acusado por Antifraude de presentar una titulación de grado con fechas en que, según la propia Universidad de Valencia, ese grado no existía.
Con unas muy pobres explicaciones, limitadas a la resabida “cacería política”, parece que este señor ha estado décadas desempeñando cargos para los que no ha estado cualificado. Y según la prensa, su señora esposa está en la misma situación desde hace nueve.
Alegan, algunos defensores del personaje, que no necesitaba esa titulación para el puesto de la administración al que accedió…
Señores, cualquiera que alguna vez se haya acercado al mundo de la oposición y el empleo público, será consciente de que las titulaciones que sobrepasan las requeridas del puesto, puntúan como méritos en las listas finales de los concursos. Es decir, que cuando se valoran los méritos, esta persona podía puntuar de forma fraudulenta, si se confirma la acusación, por encima de otros muchos candidatos que se presentaban de forma legal y aportando sus méritos en condiciones. Personas que dedican meses e incluso años a estudiar, que emplean sus recursos en academias y materiales, que intentar mejorar su formación. Y esto sin entrar a valorar el acceso a cargos de categoría superior, para los que el título sí es necesario. El agravio comparativo con los que siguen las normas es manifiesto.
Hace unos días dimitía una diputada del PP por haber falseado su currículum. En horas y sin paliativos. Poca defensa hubo, poca alusión a ninguna “cacería política”. Lo siento por la señorita, pero uno no puede empezar su carrera política mintiendo. No augura una buena base ética.
Y entonces hubo una verdadera epidemia, algún virus digital o físico, que hizo que a muchos dirigentes de la bancada contraria se les empezaran a borrar cursos convertidos en másters, y titulaciones que no cursaron más que algunos meses. Sonaron nombres como Patxi López, Oscar Puente, Yolanda Díaz…
En la Comunidad Valenciana sabemos bien de esto. Tenemos a la señora Bernabé, que también padeció de titulitis, y a la que se le cayó la licenciatura que nunca terminó y que figuraba en su currículum. Y mientras un tipo con cuarenta años de supuesto fraude a su partido, a la administración y a los ciudadanos, dimite a regañadientes, los demás ponen sus barbas a remojar, y pasan filtro a las mentiras que ellos también dijeron. Pero solo uno hace de cabeza de turco para todos los demás. Lo más grave es que nos hayamos acostumbrado a la mentira, a la disculpa según el partido o la ideología, a poner las manos en el fuego por personas que sólo están para medrar. Unos dimiten, pero otros se deshacen en excusas irrisorias y continuan…
Piensen en todo lo que nos habríamos ahorrado, si personajes como Errejón hubieran sido apartados de la política cuando se supo que cobraba una beca sin asistir a clases… Alguien que después admitió públicamente haberse llenado la boca con afirmaciónes en las que no cree. Y es que era lo que había que hacer para cobrar del Estado, bajo el amparo de unas siglas de las que muchos políticos se ríen.
No. No nos gobiernan los mejores. Ni de lejos. Y lo peor es que a muchos ciudadanos les da igual.