Tras perdonar a los suyos, Sánchez pide ahora el indulto para él
Le faltas sacar otra carta de enamorado

Del Sánchez de "yo estoy bien" tras el barro de Paiporta hemos pasado al Sánchez del "estoy mal" tras el fango de Cerdán
Pedro Sánchez ya no gobierna: sobrevive. Tras haber indultado moral, política y jurídicamente a sus socios, delincuentes confesos, prófugos y condenados, ahora lanza una nueva operación victimista, no para España, no para su partido, sino para sí mismo.
Del «yo estoy bien» que proclamó con soberbia tras los escándalos en Paiporta, pasamos al "estoy mal" con rostro compungido, después de que Santos Cerdán quedara atrapado en el lodazal que mancha al mismísimo corazón del PSOE.
La estrategia es tan burda como repugnante: Sánchez perdona golpistas, blanquea corruptos y ahora se presenta como mártir, intentando hacer creer al país que él es la víctima, mientras la justicia investiga a su entorno más próximo por tramas de tráfico de influencias, comisiones y favores.
Este no es un gobierno, es una organización de autodefensa política que solo responde a un interés: la supervivencia de Sánchez a toda costa, aunque para ello tenga que triturar el prestigio de las instituciones, dinamitar la separación de poderes y pisotear la dignidad de millones de ciudadanos.
El presidente ya no gobierna para los españoles, gobierna para los jueces, para los fiscales, para los medios y para sí mismo. Cada intervención pública se ha convertido en una súplica encubierta: “no me miren a mí, miren a otro”.
El Sánchez de hoy no pide el apoyo de la ciudadanía, pide el indulto moral de la historia. Pero ni la historia, ni la verdad, ni la dignidad de este país van a concedérselo. Porque quien ha convertido La Moncloa en un refugio para la impunidad, no merece clemencia: merece rendir cuentas.