Yolanda Díaz dice que los audios de Leire Díez son "gravísimos" pero no deja el gobierno
Todo por un sillón azul

La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, ha calificado como "gravísimos" los audios filtrados de Leire Díez, asesora de su propio equipo político.
Sin embargo, las palabras de Díaz suenan huecas. Su reacción llega tarde, forzada y, para muchos, profundamente hipócrita. ¿Cómo puede una responsable política que presume de ética y transparencia mantener en su entorno a figuras como Díez, cuya conducta es directamente escandalosa?
Los audios, que revelan comentarios despreciativos, actitudes sectarias y un absoluto desprecio por los valores democráticos, dejan en evidencia no solo a Leire Díez, sino a todo el entorno de liderazgo de Sumar. Esto no es un error aislado, es el reflejo de una cultura política podrida que se intenta maquillar con discursos bonitos.
Yolanda Díaz ha dicho que estas actitudes son "incompatibles con una democracia robusta", pero lo verdaderamente incompatible es seguir confiando en una líder que tolera durante meses —si no años— este tipo de comportamientos sin actuar con contundencia.
¿Qué tipo de liderazgo es este? Un liderazgo que solo reacciona cuando los escándalos se hacen públicos, que calla mientras los suyos siembran odio y arrogancia desde los despachos públicos.
Leire Díez no es una desconocida. Es una persona de la máxima confianza de Díaz. Su caída no puede desvincularse de la falta de control, criterio y valores en la cúpula de Sumar.
Lo grave no son solo los audios, lo grave es la impunidad con la que se movían dentro del poder, convencidas de que nunca pasaría nada. Y quizás tenían razón: porque quienes deberían poner límites, como Yolanda Díaz, prefirieron mirar hacia otro lado hasta que fue imposible esconder la basura bajo la alfombra.
Esta crisis no se resuelve con comunicados ni palabras grandilocuentes, sino con responsabilidades políticas reales y dimisiones inmediatas.