Zapatero, el “agente oficioso” de Pekín en España: sumisión al Partido Comunista Chino
Los planes malvados de Zapatero

Madrid — Lo que para algunos es “diplomacia personal”, para otros es sumisión política. José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno, se ha convertido en un altavoz de la propaganda de Pekín, repitiendo mensajes calcados a los del Partido Comunista Chino y evitando cualquier crítica a sus abusos. Su última visita, en junio, no fue casual: viajó invitado por un grupo de influencia controlado por el régimen, con todos los gastos cubiertos, reforzando su papel como figura útil para los intereses chinos en Europa.
Legitimando a una dictadura
Zapatero no se limita a “visitar” China. Se sienta junto a sus dirigentes, sonríe para la foto y blanquea un sistema represivo que censura a la prensa, encarcela a disidentes, vigila a la población con un control masivo y mantiene campos de internamiento para minorías. Lejos de denunciarlo, elogia los “avances” del país, en perfecta sintonía con el discurso oficial del Partido Comunista.
Un problema para la imagen de España
Aunque no ostente cargo público, un expresidente representa siempre, de algún modo, a su nación. La imagen que Zapatero proyecta en Pekín es la de un político español complaciente con un régimen autoritario, dispuesto a cerrar los ojos ante la represión si eso le garantiza alfombras rojas y halagos. Es una traición simbólica a los valores democráticos que supuestamente defendió cuando estaba en La Moncloa.
Silencio cómplice
Ni una palabra sobre Hong Kong, el Tíbet, los uigures o la censura digital. Zapatero calla donde un estadista debería alzar la voz. Su discurso no es neutral: es el discurso del régimen, repetido con acento español. Y cada vez que lo hace, Pekín gana credibilidad internacional a costa de la reputación de España.
¿Embajador o peón?
Zapatero se ha convertido en lo que medios extranjeros llaman “el mejor embajador” de China en España. El problema es que no trabaja para España, sino para reforzar la narrativa de un poder autoritario que persigue a millones de personas. Y lo hace voluntariamente, sin pudor, y con un entusiasmo que incomoda incluso a miembros de su propio partido.